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Padre Kentenich, |
Los hombres y mujeres de
nuestro tiempo somos portadores de una profunda llaga…, es lo que padre
Kentenich define como desarraigo espiritual o desvinculación en la que la persona vive sin
hogar, sin familia y, por tanto se convierte en una pieza perfectamente
reemplazable del sistema económico, político y de la propaganda ideológica o de
la misma publicidad. El hombre actual está desarraigado espiritualmente porque
desconoce el arraigo profundo entre el tú humano y el tú divino, entre su ser natural y su ser supranatural. Y en ese ser
humano actual nos metemos todos, pues incluso los creyentes, incluso los
practicantes, estamos ensartados todos en un sistema que nos bombardea por
todos lados y no siempre tenemos clara ni nuestras dimensiones psíquicas, ni
espirituales, ni las sociales, ni las familiares[1], de ahí que nos tambaleemos ante los embates de las dificultades..
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Miguel Camporro. Desarraigo. Diario La Ventana |
En el mundo hay muchas
formas de desarraigo. Afirma un periodista que “nunca hubo en el mundo tanta
gente que sufre de desarraigo”, además del físico de los exilados y los emigrantes, existen otros desarraigos como el sentimiento de soledad en el viejo que debe vivir en una residencia, el de las personas en paro, el de las personas que pierden sus oportunidades y no saben adaptarse a las nuevas tecnologías, el de los ojitos de los niños de familias desestructuradas. Todos hemos sufrido o vamos a sufrir un desarraigo[2]. Y ese desarraigo es como una inefable brecha
existencial, fuente de mucho sufrimiento, que nos genera nerviosismo, inquietud,
que nos hace sentir miedo tanto por el presente como por el futuro; que hace
tambalear nuestra existencia cuando las dificultades que van surgiendo ante
nosotros, económicas, laborales nos
golpean, cuando los desengaños afectivos, de la pareja, la familia, los amigos
y compañeros parecen hundirnos.
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Matías Tejeda, Desarraigo |
Los creyentes, decía padre
Kentenich, nos “encontramos espiritualmente desarraigados y descobijados cuando
comenzamos a perder lentamente la fe que recibimos en nuestra infancia y que
logró plasmar nuestra vida” [3].
Y es que desde la escuela, el instituto, la universidad, la TV, el cine, la
prensa, hasta las conversaciones con amigos y compañeros nos han ido
transmitiendo nuevas ideas, que no siempre podemos analizar o meditar, y
sentimos que la corriente general nos arrastra. Y en su arrastre, arrasan de
nuestra alma las grandes verdades de fe, aquellas que Jesús nos trajo como
verdades eternas: “Yo soy la verdad”. Pero, dónde está hoy la verdad ¿En la
economía, en la política, en internet…? La corrupción política, el predominio de la economía financiera por encima del bien común, el empobrecimiento de las clases medias, la exclusión social de los pobres, los recortes en el bienestar social, la precariedad laboral... El mal nos abruma y poco a poco vemos apagarse todos nuestros
anhelos de cosas grandes, nos vamos sintiendo desarraigados y temerosos. ¿Donde
recuperar la seguridad, la confianza? ¿Dónde cobijarnos? ¿Dónde sentirnos
seguros? ¿En quien confiar si el corazón humano está lleno de infidelidades?
¿En qué corazón humano cobijarse para impulsarnos y elevarnos hacia Dios por
encima de todo desengaño humano? Padre
Kentenich nos responde que la fuente más profunda para nuestra confianza en el
Padre Dios, es María. Y Dios participa su poder a María, la Madre de Dios.
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Madre Tres veces Admirable de Schoenstatt |
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Santuario de Schoenstatt |
En su Santuario de
Schoenstatt María nos regala la gracia del cobijamiento, nos hace sentirnos
niños profundamente anclados en Dios, y lo hace en la profundidad de la fe y la
confianza en Dios, no es algo emotivo,
meramente sensible y pasajero –que también puede darse- sino que cala en lo hondo
de nuestro ser. Y desde la gracia de la experiencia de sabernos niños ante
Dios, realiza el “milagro” de
transformar unos hijos desarraigados y huérfanos espiritualmente, en hombres y
mujeres de fe profundamente anclados en el corazón de Dios Padre.
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Rembrant, El Hijo Pródigo, 1662 |
Una vez hemos
encontrado nuestro hogar en el corazón del Padre podrán sacudirnos muchas
tormentas, podrán arrancarnos del corazón nuestras cosas y nuestros seres
queridos, en cada una de esas situaciones sabremos que Dios nos arraiga más
profundamente en su corazón y nos asemeja a su Hijo. Por ese arraigue en el
corazón de Dios estamos en el mundo sin ser del mundo, más allá del mundo y de
sus pruebas[4].
[1] Vid P.
Rafael Fernandez de A, La Alianza de amor con María, pp 135-138.
[2] Juan Carlos Bataller, El
desarraigo de hoy, Diario La Ventana.com http://www.diariolaventana.com/articulo.php?id=19456
(14 septiembre 2014 )
[3] Vid P.
Rafael Fernandez de A, La Alianza de amor con María, pp 135-138.
[4] Vid P.
Rafael Fernandez de A, La Alianza de amor con María, pp 135-138.
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