Translate

lunes, 15 de septiembre de 2014

DESARRAIGO ESPIRITUAL Y BRECHA EXISTENCIAL. EL COBIJAMIENTO DE MARÍA EN EL CORAZÓN DEL PADRE


Padre Kentenich, 
Los hombres y mujeres de nuestro tiempo somos portadores de una profunda llaga…, es lo que padre Kentenich define como desarraigo espiritual o desvinculación en la que la persona vive sin hogar, sin familia y, por tanto se convierte en una pieza perfectamente reemplazable del sistema económico, político y de la propaganda ideológica o de la misma publicidad. El hombre actual está desarraigado espiritualmente porque desconoce el arraigo profundo entre el tú humano y el tú divino, entre su ser natural y su ser supranatural. Y en ese ser humano actual nos metemos todos, pues incluso los creyentes, incluso los practicantes, estamos ensartados todos en un sistema que nos bombardea por todos lados y no siempre tenemos clara ni nuestras dimensiones psíquicas, ni espirituales, ni las sociales, ni las familiares[1], de ahí que nos tambaleemos ante los embates de las dificultades..

Miguel Camporro. Desarraigo. Diario La Ventana
En el mundo hay muchas formas de desarraigo. Afirma un periodista que “nunca hubo en el mundo tanta gente que sufre de desarraigo”, además del físico de los exilados y los emigrantes, existen otros desarraigos como el sentimiento de soledad en el viejo que debe vivir en una residencia, el de las personas en paro, el de las personas que pierden sus oportunidades y no saben adaptarse a las nuevas tecnologías, el de los ojitos de los niños de familias desestructuradas. Todos hemos sufrido o vamos a sufrir un desarraigo[2]. Y ese desarraigo es como una inefable brecha existencial, fuente de mucho sufrimiento, que nos genera nerviosismo, inquietud, que nos hace sentir miedo tanto por el presente como por el futuro; que hace tambalear nuestra existencia cuando las dificultades que van surgiendo ante nosotros, económicas, laborales nos golpean, cuando los desengaños afectivos, de la pareja, la familia, los amigos y compañeros parecen hundirnos.

Matías Tejeda, Desarraigo
Los creyentes, decía padre Kentenich, nos “encontramos espiritualmente desarraigados y descobijados cuando comenzamos a perder lentamente la fe que recibimos en nuestra infancia y que logró plasmar nuestra vida” [3]. Y es que desde la escuela, el instituto, la universidad, la TV, el cine, la prensa, hasta las conversaciones con amigos y compañeros nos han ido transmitiendo nuevas ideas, que no siempre podemos analizar o meditar, y sentimos que la corriente general nos arrastra. Y en su arrastre, arrasan de nuestra alma las grandes verdades de fe, aquellas que Jesús nos trajo como verdades eternas: “Yo soy la verdad”. Pero, dónde está hoy la verdad ¿En la economía, en la política, en internet…? La corrupción política, el predominio de la economía financiera por encima del bien común, el empobrecimiento de las clases medias, la exclusión social de los pobres, los recortes en el bienestar social, la precariedad laboral... El mal nos abruma y poco a poco vemos apagarse todos nuestros anhelos de cosas grandes, nos vamos sintiendo desarraigados y temerosos. ¿Donde recuperar la seguridad, la confianza? ¿Dónde cobijarnos? ¿Dónde sentirnos seguros? ¿En quien confiar si el corazón humano está lleno de infidelidades? ¿En qué corazón humano cobijarse para impulsarnos y elevarnos hacia Dios por encima de todo desengaño humano?  Padre Kentenich nos responde que la fuente más profunda para nuestra confianza en el Padre Dios, es María. Y Dios participa su poder a María, la Madre de Dios.
Madre Tres veces Admirable
de Schoenstatt

     María quiere sanar esas profundas heridas del ser humano de nuestro tiempo, ese desarraigo que lo azota, por eso está dispuesta a acoger nuestro corazón roto, esa profunda herida espiritual, en su corazón, para amarlo y que eche raíces. Si le entregamos nuestra miseria, nuestras limitaciones, ella puede hacer que lleguemos a sentirnos como hijos de Dios especialmente amados, personas llenas de dignidad como hijos de Dios. En su Santuario de Schoenstatt ella nos concede la gracia del cobijamiento, de un encuentro profundo con ella y, a través de ella, con el corazón de Cristo y del Padre Dios. La Virgen María nos arraiga en su corazón lleno de gracias, y como templo del Espíritu Santo nos comunica la presencia y acción del Espíritu Santo, nos arraiga y cobija en el Dios unos y trino, haciendo de nosotros una auténtica familia. En un mundo en el que triunfa el desarraigo, los hogares destrozados, María es la Madre de la unidad y nos hacer ser familia y tener hogar en un mundo de desarraigo y de ausencia de hogar espiritual.

Santuario de Schoenstatt
En su Santuario de Schoenstatt María nos regala la gracia del cobijamiento, nos hace sentirnos niños profundamente anclados en Dios, y lo hace en la profundidad de la fe y la confianza en Dios,  no es algo emotivo, meramente sensible y pasajero –que también puede darse- sino que cala en lo hondo de nuestro ser. Y desde la gracia de la experiencia de sabernos niños ante Dios, realiza el “milagro”  de transformar unos hijos desarraigados y huérfanos espiritualmente, en hombres y mujeres de fe profundamente anclados en el corazón de Dios Padre.
Rembrant, El Hijo Pródigo, 1662


            Una vez hemos encontrado nuestro hogar en el corazón del Padre podrán sacudirnos muchas tormentas, podrán arrancarnos del corazón nuestras cosas y nuestros seres queridos, en cada una de esas situaciones sabremos que Dios nos arraiga más profundamente en su corazón y nos asemeja a su Hijo. Por ese arraigue en el corazón de Dios estamos en el mundo sin ser del mundo, más allá del mundo y de sus pruebas[4].



[1] Vid  P. Rafael Fernandez de A, La Alianza de amor con María,  pp 135-138.
[2] Juan Carlos Bataller, El desarraigo de hoy, Diario La Ventana.com http://www.diariolaventana.com/articulo.php?id=19456 (14 septiembre 2014)
[3] Vid  P. Rafael Fernandez de A, La Alianza de amor con María,  pp 135-138.
[4] Vid  P. Rafael Fernandez de A, La Alianza de amor con María,  pp 135-138.

No hay comentarios: