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miércoles, 10 de diciembre de 2014

EN LAS GRANDES CIUDADES, LAS PERSONAS SOLAS, DESORIENTADAS, HERIDAS POR LA INSOLIDARIDAD, NECESITAN SENTIR LA MISERICORDIA DE DIOS. SCHOENSTATT DA RESPUESTA A ESE HOMBRE “DESARRAIGADO”.




Hay mucha soledad y dolor en las grandes ciudades
No hace mucho el Papa Francisco(1) nos ha recordado que en las grandes ciudades viven muchas personas que viven solas, que están desorientadas y doloridas por las heridas provocadas a menudo por una sociedad frenética e insolidaria, que están necesitando sentir la misericordia de Dios. Ante las palabras del Papa, recordaba otras parecidas, pero dichas hacía más de sesenta años por el padre José Kentenich, que ya entonces anunciaba la ruina a la que caminaba occidente, al haber generado un tipo de hombre desarraigado, sin vinculaciones morales ni espirituales, sin referencia a lo trascendente. 



P. Kentenich, profeta de los vínculos 
entre lo humano y lo divino
En 1949, el padre José Ketenich decía que Occidente caminaba a la ruina aquejado de una enfermedad, que el denominaba “el pensar mecanicista”. Esta enfermedad hace al ser humano individualista, subjetivista y masificado, lo convierte en un hombre “desarraigado”, sin raíces, sin valores porque en él, se han separado el plano natural del plano sobrenatural, por tanto desconoce el arraigo entre el tú humano y el tú divino. La resultante era una sociedad en la que “los tipos de orden queridos por Dios estaban destruidos, y todas las vinculaciones del hombre estaban rotas”. Más de sesenta años separan las palabras del padre José Kentenich de las del actual Papa, pero la realidad que describe el Santo Padre es la que vio venir, a mediados del siglo XX, el fundador del Movimiento apostólico de Schoenstatt.



El hombre moderno se ha puesto 
en contra de si mismo, de la naturaleza, de Dios
El hombre occidental vemos que vive en función de sí mismo, que lo único que le importa son “las ganas”, lo que “me gusta”, los que “siento”, y acaba haciendo lo que los otros hacen simplemente porque los otros lo hacen. El resultado es un ser humano que se ha puesto contra Dios, contra el prójimo, contra la naturaleza, contra sí mismo(2). Es una enfermedad que acababa desintegrando la sociedad, como está sucediendo, y que se nota más intensamente en las grandes ciudades.


La autoridad se diluye y aumenta 
la crispación social
Nuestra realidad es que el individualismo, subjetivista y masificado, ha llegado y dañado a las más hondas raíces de la sociedad, a “las matrices del hombre social”: el matrimonio, la familia, los centros docentes, el mundo laboral, los barrios. Es de destacar que a los tradicionales contrastes entre la ciudad y el campo, patronos y obreros, empresarios y sindicatos, centralismo y periferia, hoy se suman la crispación y la anarquía social, la autoridad se ha diluido, y la primacía no la ostenta el bien común, sino los intereses de corporativos de unos pocos(3).


El lucro personal es un nuevo ídolo 
al que se adora
En occidente y en el resto del mundo, el beneficio personal se ha constituido en un nuevo ídolo al que se adora, y para conseguirlo no se ha dudado en degradar a la persona y convertirla en objeto. De ahí renace la esclavitud bajo nuevas formas, como señala el papa Francisco “la explotación física, económica, sexual y psicológica de hombres, mujeres y niños y niñas actualmente encadena a decenas de millones de personas a la deshumanización y a la humillación”(4). Situación que se agrava en los grandes núcleos urbanos. 

En las ciudades muchas personas 
han perdido el sentido de la vida
En esas ciudades hay mucho dolor, muchas personas heridas por una sociedad que ha perdido el sentido de la vida. Ante esta realidad, nos dice el Papa Bergoglio, se impone la necesidad de afrontar la tarea de evangelizar estas grandes urbes, de ofrecer el sentido de la “vida” verdadera a esas personas y “que no les falte acogida para sentirse integrados en una comunidad, sea en circunstancias de disgregación como de frio anonimato; que crezca en ellos el espíritu de auténtica solidaridad con todos, especialmente con los más necesitados”. 
En la ciudad es necesario, justicia y solidaridad
Para ello hace falta una evangelización valiente, audaz, sin temor “porque el hombre, la mujer, las familias y los diferentes grupos que habitan en la ciudad nos esperan y tienen necesidad de la alegría del Evangelio, de la Buena Noticia que es Jesús en sus vidas. Hay que buscar “construir – en la ciudad – la justicia, la solidaridad y la paz”. A la evangelización que pide el Papa Francisco, Schoenstatt da respuesta.




El verdadero amor no descansa en el yo,
 sino en el bien del tú.
Decía padre Kentenich que “Occidente caminaba a la ruina, pero que Dios nos ha confiado una gran tarea para el mundo, especialmente para Europa, para Occidente. Se trataba de desenmascarar y sanar la raíz del mal que aqueja nuestra cultura occidental, la separación mecanicista de fe y vida, de lo natural y lo sobrenatural, de Dios y de la criatura, que se daba no solo en la sociedad sino también en la propia Iglesia(5). Para padre Kentenich el sentido de la existencia nos lo da el saber que Dios me creó para poder amarme con amor infinito, para que aprenda a amar en él, con él y como él ama, la existencia es un provenir del amor eterno para ir al amor eterno, en el proceso de mi vida debo aprender a amar, a madurar en el amor, a fructificar en el amor. El verdadero amor no descansa continuamente en torno al propio yo, sino siempre en torno al tú, está interesado en el bien del tú, no busca la autosatisfacción, sino el beneficio a quien se entrega, sea Dios o el prójimo. 


El hombre debe vivir orgánicamente con el yo y el tú, 

El ser humano ha sido creado a “imagen y semejanza “ de Dios, integrado de manera que pueda vivir su vinculo con Dios, consigo mismo, con los demás y con la creación, es una forma de vivir orgánica, en ella el hombre puede vivir un organismo de comuniones entre el cuerpo y el espíritu, entre el yo y el tú y los demás de modo que pueda reflejar la comunión de amor que es Dios. Se trata de una forma de “pensar, amar y vivir orgánico”, que es la antítesis del destructivo pensar mecanicista, en la que el individualismo y el subjetivismo han roto todas las vinculaciones del ser humano consigo mismo, con los otros, con la naturaleza, con Dios y, en consecuencia, vive un profundo desarraigo social y espiritual.



María encarna la armonía entre
 lo natural y lo sobrenatural
Si el orden querido por Dios para el ser humano está destruido, la Madre de Dios puede ayudar a restaurar ese orden, decía P. Kentenich, porque en la Virgen se conjuga la acción de Dios y la cooperación humana, el orden natural y el orden sobrenatural. De ahí que si queremos salvar la imagen del hombre y su relación con Dios, hoy más que nunca debemos mirar a María. La propuesta mariana de P Kentenich trasciende los límites de una devoción personal de carácter intimista, porque María es la encargada de dar a luz nuevamente a Cristo en nuestro tiempo, porque está en juego la unión de lo divino y lo humano, la armonía entre lo natural y lo sobrenatural, y es María quien encarna esa armonía(6).




Es necesaria gente valiente, audaz
 para anunciar a Cristo
La Virgen María es la gran educadora del hombre de nuestro tiempo(7), es la que nos trae la medicina del pensar orgánico, recibida en el Santuario. Allí la Virgen nos regala en la alianza de amor un profundo cobijamiento y arraigo en su corazón y, a través suyo, con el de Cristo y del Padre Dios. En su santuario María implora el don de la conversión interior, y nos va transformando, despojándonos del hombre viejo para revestirnos del hombre nuevo en cristo Jesús. Nos hace partícipes de su misión y fecundidad en el Espíritu Santo, y contribuye al milagro que nos transformemos en apóstoles. En definitiva, nos saca de una actitud mediocre y cómoda, y nos convierte en la gente valiente, audaz y sin temor que reclama el papa Francisco.


1.La primera de ellas ha sido en la carta enviada al Arzobispo de la diócesis, Cardenal Martínez Sistach, con motivo de clausura del Congreso Internacional de Pastoral de las Grandes Ciudades, celebrado en Barcelona el 26 de noviembre de 2014. La segunda en la audiencia concedida al grupo de cardenales asistentes al congreso, en la segunda parte celebrada en Roma el 27 de noviembre de 2014. https://www.aciprensa.com/noticias/las-grandes-ciudades-necesitan-sentir-la-misericordia-de-dios-dice-el-papa-francisco-48288 y http://santopadrefrancisco.com/cambiar-la-mentalidad-pastoral-salir-a-buscar-en-vez-de-esperar-es-necesario-una-transformacion-eclesial-dijo-el-papa
2 P. Alberto Eronti “El Padre Kentenich, profeta de los vínculos”, en Jornada Nacional de Madres, Argentina, 5-7noviembre 2010. http://www.schoenstatt.org/es/uploads/news/2010-news/2010-11/alberto-eronti-profeta-de-los-vinculos.pdf
3 P .Alberto Eronti 
“El Padre Kentenich, profeta de los vínculos”...
4 http://www.news.va/es/news/los-lideres-religiosos-reunidos-en-el-vaticano-par
5 P. Rafael Fernández. La alianza de amor con María. Nueva patris, p.102
6 Rafael Fernández. La alianza de amor con María. Nueva patris, p.106
7Mª Carmen Martínez Hernández. La Virgen María, la gran educadora: del Padre Kentenich al Papa Francisco. En Parroquia (La Rambla) CO-1025-2012, año III, número 3, 1ª parte, Diciembre 2013, 50-53, y http://enlaescuelademaria.blogspot.com.es/2013/11/la-virgen-maria-la-gran-educadora-del.html

lunes, 15 de septiembre de 2014

DESARRAIGO ESPIRITUAL Y BRECHA EXISTENCIAL. EL COBIJAMIENTO DE MARÍA EN EL CORAZÓN DEL PADRE


Padre Kentenich, 
Los hombres y mujeres de nuestro tiempo somos portadores de una profunda llaga…, es lo que padre Kentenich define como desarraigo espiritual o desvinculación en la que la persona vive sin hogar, sin familia y, por tanto se convierte en una pieza perfectamente reemplazable del sistema económico, político y de la propaganda ideológica o de la misma publicidad. El hombre actual está desarraigado espiritualmente porque desconoce el arraigo profundo entre el tú humano y el tú divino, entre su ser natural y su ser supranatural. Y en ese ser humano actual nos metemos todos, pues incluso los creyentes, incluso los practicantes, estamos ensartados todos en un sistema que nos bombardea por todos lados y no siempre tenemos clara ni nuestras dimensiones psíquicas, ni espirituales, ni las sociales, ni las familiares[1], de ahí que nos tambaleemos ante los embates de las dificultades..

Miguel Camporro. Desarraigo. Diario La Ventana
En el mundo hay muchas formas de desarraigo. Afirma un periodista que “nunca hubo en el mundo tanta gente que sufre de desarraigo”, además del físico de los exilados y los emigrantes, existen otros desarraigos como el sentimiento de soledad en el viejo que debe vivir en una residencia, el de las personas en paro, el de las personas que pierden sus oportunidades y no saben adaptarse a las nuevas tecnologías, el de los ojitos de los niños de familias desestructuradas. Todos hemos sufrido o vamos a sufrir un desarraigo[2]. Y ese desarraigo es como una inefable brecha existencial, fuente de mucho sufrimiento, que nos genera nerviosismo, inquietud, que nos hace sentir miedo tanto por el presente como por el futuro; que hace tambalear nuestra existencia cuando las dificultades que van surgiendo ante nosotros, económicas, laborales nos golpean, cuando los desengaños afectivos, de la pareja, la familia, los amigos y compañeros parecen hundirnos.

Matías Tejeda, Desarraigo
Los creyentes, decía padre Kentenich, nos “encontramos espiritualmente desarraigados y descobijados cuando comenzamos a perder lentamente la fe que recibimos en nuestra infancia y que logró plasmar nuestra vida” [3]. Y es que desde la escuela, el instituto, la universidad, la TV, el cine, la prensa, hasta las conversaciones con amigos y compañeros nos han ido transmitiendo nuevas ideas, que no siempre podemos analizar o meditar, y sentimos que la corriente general nos arrastra. Y en su arrastre, arrasan de nuestra alma las grandes verdades de fe, aquellas que Jesús nos trajo como verdades eternas: “Yo soy la verdad”. Pero, dónde está hoy la verdad ¿En la economía, en la política, en internet…? La corrupción política, el predominio de la economía financiera por encima del bien común, el empobrecimiento de las clases medias, la exclusión social de los pobres, los recortes en el bienestar social, la precariedad laboral... El mal nos abruma y poco a poco vemos apagarse todos nuestros anhelos de cosas grandes, nos vamos sintiendo desarraigados y temerosos. ¿Donde recuperar la seguridad, la confianza? ¿Dónde cobijarnos? ¿Dónde sentirnos seguros? ¿En quien confiar si el corazón humano está lleno de infidelidades? ¿En qué corazón humano cobijarse para impulsarnos y elevarnos hacia Dios por encima de todo desengaño humano?  Padre Kentenich nos responde que la fuente más profunda para nuestra confianza en el Padre Dios, es María. Y Dios participa su poder a María, la Madre de Dios.
Madre Tres veces Admirable
de Schoenstatt

     María quiere sanar esas profundas heridas del ser humano de nuestro tiempo, ese desarraigo que lo azota, por eso está dispuesta a acoger nuestro corazón roto, esa profunda herida espiritual, en su corazón, para amarlo y que eche raíces. Si le entregamos nuestra miseria, nuestras limitaciones, ella puede hacer que lleguemos a sentirnos como hijos de Dios especialmente amados, personas llenas de dignidad como hijos de Dios. En su Santuario de Schoenstatt ella nos concede la gracia del cobijamiento, de un encuentro profundo con ella y, a través de ella, con el corazón de Cristo y del Padre Dios. La Virgen María nos arraiga en su corazón lleno de gracias, y como templo del Espíritu Santo nos comunica la presencia y acción del Espíritu Santo, nos arraiga y cobija en el Dios unos y trino, haciendo de nosotros una auténtica familia. En un mundo en el que triunfa el desarraigo, los hogares destrozados, María es la Madre de la unidad y nos hacer ser familia y tener hogar en un mundo de desarraigo y de ausencia de hogar espiritual.

Santuario de Schoenstatt
En su Santuario de Schoenstatt María nos regala la gracia del cobijamiento, nos hace sentirnos niños profundamente anclados en Dios, y lo hace en la profundidad de la fe y la confianza en Dios,  no es algo emotivo, meramente sensible y pasajero –que también puede darse- sino que cala en lo hondo de nuestro ser. Y desde la gracia de la experiencia de sabernos niños ante Dios, realiza el “milagro”  de transformar unos hijos desarraigados y huérfanos espiritualmente, en hombres y mujeres de fe profundamente anclados en el corazón de Dios Padre.
Rembrant, El Hijo Pródigo, 1662


            Una vez hemos encontrado nuestro hogar en el corazón del Padre podrán sacudirnos muchas tormentas, podrán arrancarnos del corazón nuestras cosas y nuestros seres queridos, en cada una de esas situaciones sabremos que Dios nos arraiga más profundamente en su corazón y nos asemeja a su Hijo. Por ese arraigue en el corazón de Dios estamos en el mundo sin ser del mundo, más allá del mundo y de sus pruebas[4].



[1] Vid  P. Rafael Fernandez de A, La Alianza de amor con María,  pp 135-138.
[2] Juan Carlos Bataller, El desarraigo de hoy, Diario La Ventana.com http://www.diariolaventana.com/articulo.php?id=19456 (14 septiembre 2014)
[3] Vid  P. Rafael Fernandez de A, La Alianza de amor con María,  pp 135-138.
[4] Vid  P. Rafael Fernandez de A, La Alianza de amor con María,  pp 135-138.

martes, 18 de marzo de 2014

CON MARÍA EN EL CAMINO DE LA CRUZ. EL VIACRUCIS DE P. KENTENICH

1. Meditar de la pasión y renovar nuestra fe en la muerte redentora de Cristo[1]


Padre José kentenich
El Vía Crucis de Schoenstatt, o Viacrucis del Instrumento forma parte del conjunto de oraciones de libro Hacia el Padre, escrito por el padre Kentenich en septiembre de 1944, cuando estaba en el campo de Concentración de Dachau. Él lo escribió en forma de versos para poder soslayar la vigilancia del campo de concentración y que el texto pudiera llegar a sus destinatarios. 

Escrito en un contexto histórico y existencial completamente inhumano -no tan lejos del nuestro-, el viacrucis, con el resto de las oraciones del libro Hacia el Padre[2], son documentos que aportan la confianza en la acción transformadora del Espíritu Santo y en la fuerza que nos transmite para cambiar cualquier situación inhumana en fuente de vida[3]



Jesús clavado en la Cruz. 
Jerzy Duda Gracz, Viacrucis 
Mº de Nª Sra. de Czetochowa
Estos tiempos que vivimos, en muchos aspectos son tan inhumanos como aquellos en lo que vivió Jesús en Palestina, o padre Kentenich en la Alemania del nazismo, en los que parece prevalecer la muerte, la locura y la esclavitud, como señalaba el padre Kentenich para Dachau. De ahí que la meditación de la pasión nos sirve para renovar nuestra fe en la muerte redentora de Cristo, nuestra confianza en  la acción transformadora del Espíritu Santo y alimentar nuestra esperanza escatológica porque el pecado y la muerte no tienen la última palabra, la Resurrección de Cristo anuncia otras mañanas de Pascua. 

El Viacrucis está escrito a dos coros en el que el primero m
Jesús cae bajo el peso de la Cruz
Jerzy Duda Gracz, 

Viacrucis de Nª Sra. de Czetochowa.
uestra siempre al Señor desde el punto de vista del misterio tal como sucedió en Palestina, en vida de Jesús, mientras que el segundo coro traduce el mismo misterio en el acontecer de los tiempos, en nuestro propio tiempo donde se sigue dando el enfrentamiento entre los hijos de la luz y los hijos de las tinieblas. Para padre Kentenich hemos de mantener nuestro pulso poniendo siempre una mano en el corazón de Dios y otra en los signos de los tiempos.

Cruz de la Unidad de Schoenstatt
Hay que destacar el especial énfasis que pone padre Kentenich en el Viacrucis, en señalar la íntima unión entre Cristo y María, la que aplasta la cabeza a la Serpiente, la segunda Eva. Y la constante presencia de la Santísima Trinidad en su referencia a la redención.La meditación del viacrucis nos lleva a plasmar nuestro amor a María de modo que el misterio de la Santísima Trinidad y el de la redención lleguen a ser nuestros misterios preferidos  y nos conviertan en ardientes apóstoles de los mismos

.
Todo el Viacrucis es una preciosa orientación de cada estación a las características de la piedad instrumental, de la piedad de cada uno de nosotros como “instrumento” de María para la transformación del mundo. No obstante me voy a detener solamente en aquellas estaciones en las que se hace mención de forma expresa a la intervención de la Virgen en este drama de la pasión visto desde el camino hacia la Cruz: cuando Jesús encuentra a su madre, cuando Jesús, antes de morir nos regala a su madre y, cuando ya muerto, es depositado en brazos de su madre.
En la oración introductoria del Vía Crucis, y a lo largo del mismo, se hace referencia al enfrentamiento entre las “dos grandes potencias que hacen la historia del mundo: de un lado, Cristo y su Madre (con el encargo del Padre de ser la Colaboradora Permanente de su Hijo); y del otro lado, el Demonio y sus cómplices. Entre ambos, el hombre”[4]. La meditación del Vía Crucis, señala padre Kentenich, nos motiva para decidirnos con toda el alma a favor de las potencias divinas.   

2. Ir de la mano de María acompañando al Redentor.


Encuentro del Nazareno con su Madre,
 de Francisco Ribalta 1612, 

Museo de Bellas Artes (Valencia) 
En la oración introductoria le decimos al Padre, que queremos ir de la mano de  María, nuestra Madre, acompañando al Redentor del mundo y en su lucha a muerte ver esos poderes que actúan en todos los sucesos de la historia. Con una mano en el corazón, mirando lo sucedido a Jesús en la Palestina del siglo I, y la otra en el pulso de los tiempos queremos descubrir esos poderes del mal que se oponen a la vida, a una concepción del mundo en la que tiene cabida Dios, la fe, la religión, la moral, la ética, la justicia, el bien común.
Dolorosa con las manos abiertas, 
Tiziano 1555, Museo del Prado
 Madrid 
Le pedimos al Padre que nos ayude, con María, a ofrecerle al Señor como instrumento nuestras débiles manos, a quien, por amor a nosotros, Él constituyó para enjuiciar a Satanás, para redimirnos del pecado y de la muerte. Contemplando la Pasión me veo situada, como señala padre Kentenich, “entre esos dos grandes poderes que se proscriben mutuamente en una eterna lucha, y, con eterna libertad, una vez más me decido por Cristo ahora y para siempre” y le digo:
Concédeme abrazar con el Señor alegremente la cruz e ir por los caminos de la Inscriptio[5] sin vacilación, para que, como esposa, me asemeje al Esposo para su reino de Schoenstatt[6]. Te imploro, Señora tres veces Admirable, contemplar la profundidad del corazón de Cristo y, en medio de un mar agitado por el odio, acompañarlo con el ardiente fuego de tu amor”.

3. María nos enseña que incluso en el dolor se mantiene el FIAT.


Jesús se encuentra con su madre, escena 
de la película "La pasión", de Mel Gibson
.
Jesús había sido condenado a muerte, cargado con la cruz y caído por primera vez, camino del Calvario se encuentra con su Madre. Padre Kentenich nos indica que en aquel difícil camino no podía faltar María, su permanente Cooperadora en la salvación de los hombres, puesta por el Padre a su lado, como en el momento de la Creación puso a Eva junto Adán como compañera.¡Qué inmenso dolor debió de envolver el corazón de María y el corazón de Jesús!, hechos por y para el amor, y viendo como el odio, el pecado del mundo los separaba, pero nada pudo arrancar ni de Jesús, ni de María la decisión de “atenerse inconmovibles a la voluntad del Padre y recorrer juntos el camino del sufrimiento”.


Inmaculada Concepción, J. B. Tiépolo
Desde entonces, a lo largo de los siglos, hoy mismo cada vez que el mal, la injusticia, la opresión, la muerte, el odio, la persecución de la fe y de todo lo religioso, la calumnia o como expresa padre Kentenich, “cada vez que se alza la humareda del fuego infernal”, el Señor se sirve de María, “que pisa la cabeza de la Serpiente, para reprimir, por la palabra de una mujer, a la Bestia que abre sus grandes fauces de dragón”. El Señor quieres salvar a los hombres y mujeres de hoy y de siempre, para ello quiere encadenarlos con cadenas de amor, como María, como Jesús, a la voluntad del Padre. María es y será siempre el  “imán, al cual nuestro corazón difícilmente podrá resistir”.

Al rememorar la escena del encuentro de Jesús con su madre le decimos, de mano de padre Kentenich:
“Por ti, Señor Jesús, con María, tu Madre y Compañera, la que vence a la serpiente pisando su cabeza, concédenos ser, en el Espíritu Santo, instrumentos del Padre, para construir aquí en la tierra su reino de Schoenstatt”.

4. Jesús antes de morir nos regala a su Madre


Calvario de la Inquisición, 
de Antonio del Castillo, 
Museo de Bellas Artes 

(Córdoba, España)
Jesús antes de entregar su espíritu al Padre y exhalar su último suspiro, mientras, moribundo, está “suspendido entre  cielo y tierra para que surja una nueva creación de amor”, nos regala a su Madre para conducirnos de forma rápida y segura hacia Él: “¡Ahí tienes a tu Madre!” “¡Ahí tienes a tu hijo!”. 
Contemplo la imagen de Jesús clavado en la cruz y haciéndome ese gran regalo. El Jesús, que con la fuerza de sus palabras sacude y despierta las conciencias, ha sido clavado al madero del desamparo y la ignominia por los hombres que se aferran a sus bienes,  a su poder, a su prestigio, y cuyas posesiones desplazan la verdadera imagen de Dios, ellos no comprenden la plenitud de su Obra, no han captado su luz. Ellos también prescinden de María.  Y al contemplar al Crucificado le digo que:
Mirar con amor tu cruz me sirva cada vez para no confiar más en el dinero y en los bienes materiales, y poder así con facilidad, entregarme totalmente a ti y a María Madre, con el corazón y el pensamiento”.


5. El amor redentor impulsa al sacrificio.


Jesús en brazos de su Madre, 
escena de la película "La Pasión", 
de Mel Gibson.

La decimocuarta estación nos sitúa en la escena en la que Jesús es depositado en el regazo de María. Jesús, que tan profunda y tiernamente estaba unido a María, “después de vencer a la muerte y al Demonio”, fue depositado en su regazo maternal. María había ofrendado a Cristo para luz y salvación nuestra, el amor redentor impulsa al sacrificio, en esa entrega se ha consumado la obra de la redención. 

El Cuerpo de Cristo en brazos 
de su Madre, de Jerzy Duda
 Gracz,  Viacrucis  del Mº  de la
 Virgen de Czestochowa (Polonia)
De la contemplación de este misterio saco la certeza que en esta entrega está el “profundo sentido de todos  los sufrimientos que el amor del Padre tan abundantemente nos depara”. Cuando María, la segunda Eva, nos aclara padre Kentenich, aceptó la muerte de Jesús, comprendió “cada sufrimiento de los herederos de Adán y se preocupa con solicitud maternal de que cada dolor haga más plena la obra de la redención”. Y le pido al Señor:

“Quiero permanecer fiel como un niño a esa Madre e inscribir su nombre profundamente en los corazones; entonces el dolor que recorre todos los pueblos surgirá hecho un jubiloso y armonioso canto de redención”.

“Concededme entregar a los pueblos, como el signo de redención, tu cruz, Jesucristo, y tu imagen, María. ¡Que jamás nadie separe lo uno de lo otro, pues es su plan de amor el Padre los concibió como unidad!”




[1] Este escrito es una breve reflexión sobre algunas escenas del Vía Crucis del padre Joseph Kentenich, fundador del Movimiento Apostólico de Schoenstatt. Es casi una transliteración de sus textos
[2] P. Joseph Kentenich. Hacia el padre. Oraciones para el uso de la familia de Schoenstatt. Nueva Patris, Chile, 2009, 251 p.
[3] P. Joaquín Alliende Luco, Prólogo a la edición castellana, en P. Josef Kentenich. Hacia el padre, p. 14.
[4] P. Josef Kentenich. Hacia el Padre, 76.
[5] Inscriptio. Expresión que tiene su origen en una designación del amor como “inscriptio cordis in cor”, una mutua inscripción de corazones. El P. Kentenich la usa para indicar un crecimiento en la Alianza de Amor, según el cual no sólo se acepta la cruz, sino que, por amor, es solicitada en tanto cuanto esté contemplada en el plan divino. P. J. Kentenich, Hacia el padre, p. 220.
[6] “Las expresiones “Schoenstatt” y “reino de Schoenstatt designan a la familia de Schoenstatt en su identidad particular, pero siempre como miembro vivo de la iglesia y en su condición de símbolo conducente a ella”. P. Joaquín Alliende Luco, Prólogo a la edición castellana, en P. Josef Kentenich. Hacia el padre, p. 11