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sábado, 7 de diciembre de 2013

LO QUE NOS ENSEÑA MARÍA DESDE LA “EVANGELII GAUDIUM”

1. María, la Madre de la nueva Evangelización[1]




María es la Madre de la Iglesia misionera .
Pentecostés, de J. B.  Maíno (1616-1620)
Los Hechos de los apóstoles nos narran que María se reunía con los discípulos de Jesús e invocaba al Espíritu Santo[2], de este modo se hizo posible la explosión misionera de Pentecostés. María es la Madre de la Iglesia misionera, a partir de aquí estamos en condiciones de comprender el espíritu de la nueva evangelización.

 

 

2 . María, madre nuestra, el regalo de Jesús a su pueblo

"Ahí tienes a tu madre”,
 un regalo de Jesús a su pueblo
 B. E. Murillo, La Crucifixión.
     El evangelio de Juan, al relatar los últimos momentos de la vida de Jesús nos acerca al misterio de la especial misión salvífica de María. Jesús estaba en la cruz, eran los cruciales momentos en los que se iba a consumar la obra que el Padre le había encomendado, en ese dramático momento en el que experimenta el drama del encuentro con el pecado del mundo y la misericordia divina, también experimenta la consoladora presencia de la madre y del amigo. A María le dijo: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”, y luego al amigo amado: “Ahí tienes a tu madre”. Estas palabras no son sólo expresión de una preocupación piadosa hacia su madre, sino que más bien son una fórmula que revela el misterio de una especial misión salvífica. Al borde de su muerte Jesús nos deja a su madre como madre nuestra, entonces fue cuando pudo sentir que “todo estaba cumplido”[3].

   
Dolorosa. María sintió el dolor
 y nos enseña a comprender las penas

 El papa Francisco nos puntualiza que en aquella hora suprema de la nueva creación, Cristo nos lleva a María porque no quiere que caminemos sin una madre, al Señor no le agrada que falte en la Iglesia el icono femenino. María engendró a Jesús en la fe, y acompaña al resto de sus hijos, los que guardan los mandamientos de Dios y dan testimonio de Jesús. María nos enseña que, con pobreza y mucha ternura, se puede transformar una cueva de animales en la casa de Jesús. Ella que se declara la esclavita del Padre nos enseña a estremecernos en su alabanza. Ella nos enseña a estar siempre atentos a los demás para que no falte el vino de la alegría en nuestras vidas. María sintió el dolor de una espada en su corazón y nos enseña a comprender todas las penas. Ella nos enseña a no perder la esperanza hasta que brote la justicia. Ella es la misionera que se acerca a nosotros, abre con ternura materna nuestro corazón a la fe y nos acompaña por la vida; una vida en la que luchará con nosotros sin dejar de derramar incesantemente la cercanía del amor de Dios[4].



3. La Estrella de la nueva evangelización. 
María se dejó conducir por el Espíritu  
en la fe hacia el  servicio.
 Alessandro Allori, Anunciación, 1603
    La Constitución dogmática Lumen gentium del Vaticano II nos señalaba que María es la mujer de fe, que vive y peregrina en la fe[5], y Juan Pablo II, en Redemptoris Mater, nos decía que su excepcional peregrinación en la fe es un punto de referencia permanente para la Iglesia[6]. Hoy el papa Francisco nos invita a detener en María nuestra mirada, porque ella se dejó conducir por el Espíritu, en un itinerario de fe, hacia un destino de servicio y fecundidad, y ella nos ayudará en el proceso evangelizador, ella nos ayudará a saber anunciar a todos el mensaje de salvación y a convertirnos en agentes evangelizadores. Sabemos que en el proceso evangelizador hay momentos de gran aridez, de oscuridad y de cansancio, pero también María los experimentó durante los años que vivió en Nazaret mientras Jesús crecía. María, nos señalaba Juan Pablo II, permaneció en intimidad con el misterio de su Hijo y avanzando en su itinerario de fe[7].

María, durante su estancia en Nazaret,
vivió su itinerario de fe. 
Jesús nos regaló a su madre para que caminásemos con ella. El pueblo de Dios ha leído en esa imagen materna todos los misterios del Evangelio, y a esa madre del Evangelio viviente le pedimos, nos invita el papa Francisco, a que la nueva evangelización sea acogida por toda la comunidad eclesial.




4. Justicia y ternura, contemplar y caminar hacia los demás: María, un modelo eclesial para evangelizar

La ternura es virtud de los fuertes.
Detalle de María de mano de Jesús
en "Las dos trinidades"

de Bartolomeo Veneto
    En María vemos, nos aporta el papa Francisco, que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes. Cada vez que miramos a María podemos volver a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño. Esto pone un estilo mariano en la actividad evangelizadora de la Iglesia. María nos enseña a poner calidez de hogar en nuestra búsqueda de justicia, a la vez que alabamos a Dios porque “derribó de su trono a los poderosos” y “despidió vacíos a los ricos” (Lc 1, 52.53)
María es Nª Señora de la Prontitud. 
María en casa de Isabel 
,
Robert Anning Bell 1917
  María conserva cuidadosamente “todas las cosas meditándolas en su corazón” (Lc 2,19) y así nos enseña a saber reconocer las huellas del espíritu de Dios en los acontecimientos históricos y en los que parecen imperceptibles. María es contemplativa del misterio de Dios en el mundo, en la historia y en nuestra vida cotidiana. María es la mujer orante y trabajadora. María es nuestra Señora de la prontitud, la que sale de su pueblo para auxiliar a los demás sin demora (Lc1,39)

El Resucitado hace nuevas todas las cosas
Cristo resucitado de Bramantino,  s. XV
 Esta dinámica de búsqueda de la justicia y ternura, de contemplar y alabar a Dios, y de salir con prontitud hacia los demás y caminar con ellos, es lo que hace de María un modelo eclesial para la evangelización. Le rogamos que con su oración maternal nos ayude para que la Iglesia llegue a ser una casa para muchos, una madre para todos los pueblos, y haga posible el nacimiento de un mundo nuevo. Es el Resucitado quien nos dice, con una potencia que nos llena de inmensa confianza y de firmísima esperanza: "Yo hago nuevas todas las cosas" (Ap 21,5).

Con María buscamos nuevos caminos
 de evangelizar para llegar a 
las periferias más alejadas
  Con María avanzamos confiados hacia esta promesa y le pedimos nos ayude a decir nuestro “sí”, y nos consiga un nuevo ardor de resucitados para llevar a todos el Evangelio de la vida que vence a la muerte, nos de la santa audacia de buscar nuevos caminos para que llegue a todos el don de la belleza que no se apaga, para que la iglesia no se encierre ni se detenga en su pasión por instaurar el Reino. Que nos ayude a ser personas resplandecientes dando testimonio de comunión, servicio, justicia y amor a los pobres, llegando hasta los confines de la tierra y llevando su luz a las periferias más alejadas.

Madre del Evangelio viviente,
manantial de alegría para los pequeños,
ruega por nosotros.
Amén. Aleluya.






[1] Cf. Francisco, Exhortación apostólica Evangelii gaudium, (24 noviembre 2013), 284-188..
[2] Hch 1,14
[3] Jn 19,28

[4] Francisco, Evangelii gaudium...  286
[5] Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución dogmática Lumen gentium, sobre la iglesia, núms 52-69
[6] Juan Pablo II, Carta encíclica Redemptoris Mater (24 marzo 1987), 6: AAS 79 (1987), 366.
[7] Juan Pablo II, Carta encíclica Redemptoris Mater… 387.

martes, 26 de noviembre de 2013

LA VIRGEN MARÍA, LA GRAN EDUCADORA: DEL PADRE KENTENICH AL PAPA FRANCISCO

1. Redescubrir a María unida a Cristo Jesús y a la Iglesia.


Detalle de la cruz de la unidad de Schoenstatt, 
que traduce la íntima  unión de Cristo y María
l
     Decimos que España es tierra de María, que Andalucía es tierra de María, sin embargo la imagen que tenemos de la Virgen es muy incompleta. Habitualmente la Virgen María es la madre del cielo a la que le pedimos favores o que soluciones nuestros problemas. Eso en sí no es erróneo porque el Señor nos concede lo que le pedimos a través de María si eso está en el plan de Dios, pero no siempre la piedad mariana desemboca en un encuentro con Cristo que transforma la vida del cristiano. Cuando Cristo desde la cruz nos entrega a su madre no es solo para que nos soluciones problemas, sino también para que ella nos eduque y nos lleve a Jesús. En consecuencia, si queremos reencontrarnos con la Virgen tenemos que ampliar el conocimiento sobre ella para comprender por qué Dios Padre nos la da través de su Hijo Jesús. Si queremos relacionarnos de otra manera, que nos diga algo, que nos de respuestas vamos a encontrarla unida a Cristo Jesús, ligada a la Iglesia, y sintiéndonos sus instrumentos[1].

María y el Espíritu Santo, detalle de la
Anunciación, Fray Filippo Lippi
      Pablo VI señaló la necesidad que los ejercicios de piedad, en los que los fieles expresan su veneración a la Virgen, manifestasen con claridad el puesto que María ocupa en la Iglesia,la veneración a María debía abrirse a perspectivas eclesiales, y a los pastores correspondía que los textos de la piedad cristiana expresasen con mayor nitidez la acción vivificadora del Espíritu Santo, la misteriosa relación existente entre el Espíritu Santo y la Virgen de Nazaret, con ello se lograría una piedad más intensamente vivida[2].


2. María como educadora en los textos del Vaticano II y de los papas. De Pablo VI a Francisco.

Papa Pablo VI
     María está presente en numerosos textos del concilio Vaticano II, pero para centrarnos en su misión de educadora nos referimos a la Constitución Apostólica Lumen Gentium número 63, que nos dice que la Virgen, quien por su maternidad divina esta unida al Hijo Redentor, y por sus singulares dones y gracias está unida a la Iglesia, dio a luz al Hijo, a quien Dios constituyó como primogénito entre muchos hermanos (Rom 8,29); a saber los fieles, “a cuya generación y educación coopera con materno amor”. Hemos visto como el papa Pablo VI se esforzó en aportar a la Iglesia una renovada y más completa imagen de María en la exhortación apostólica Marialis Cultos[3].

Y Juan Pablo II retoma, en Redemptoris Mater, el texto paulino y el conciliar para decirnos que cuando alzamos los ojos hacia la Virgen María, en cualquier lugar del mundo, es precisamente por eso, porque María dio a luz al Hijo de Dios, y porque coopera con amor materno a la “generación y educación” de esos hermanos y hermanas, que somos todos los fieles hijos de la madre Iglesia[4]


Juan Pablo II ante la imagen 
de la Virgen de Guadalupe
En la catequesis sobre María, el Papa Wojtila señalaba que María, madre del Hijo de Dios, lo engendró en su naturaleza humana y educó con su amor materno, contribuyendo al crecimiento humano de la persona divina, de Cristo[5], y eso le permite educarnos y modelarnos, con la misma diligencia, hasta que estemos plenamente configurados en Cristo. Esta acción de María se fundamenta y subordina a la acción de Cristo, es decir que nuestra devoción a María favorece, y de ninguna manera impide, la unión de los creyentes con Cristo, como ya señaló el Vaticano II[6]. Juan Pablo II experimentó en su vida de tal modo esa relación de María con Cristo que hizo de él la base de su lema episcopal Totus tuus[7]. Un lema que, a su vez, está inspirado en la doctrina de san Luis María Griñón de Monfort, para quien la devoción a María es la que más consagra y conforma un alma a Jesucristo[8]. El papa Juan Pablo II puntualizaba que donde más profundamente unidos se encuentran los caminos de Cristo y de María es en el Rosario. ¡María no vive más que en Cristo y en función de Cristo![9].

Y en esta faceta de María como educadora del Hijo de Dios queremos detenernos de la mano de Juan Pablo II. Como a todo ser humano el crecimiento de Jesús, desde su infancia hasta la edad adulta, requirió la acción educativa de sus padres. El evangelio de Lucas nos muestra que Jesús se hallaba sujeto a José y a María, estaba abierto a la obra educativa de ambos.
Sagrada Familia (1660-1670)
Museo Hermitage, Sampeterburgo

Dios había colmado a María de dones especiales que la hicieron especialmente apta para desempeñar su misión de madre y educadora, en ella Jesús pudo encontrar un modelo a seguir e imitar y un ejemplo de amor perfecto a Dios y a los hermanos. Jesús contó también con la figura paterna de José quien cooperó con María al crecimiento y maduración personal del Salvador de la humanidad, luego le enseñó el oficio de carpintero con lo que le permitía insertarse en el mundo del trabajo y en la vida social. María encontró en la psicología humana de Jesús un terreno muy fértil, y si bien la acción educativa de María estaba dirigida a un hijo tan singular, lo cierto es que ayudó a Jesús a crecer “en sabiduría, en estatura y en gracia” y a formarse para su misión[10].

El papa Francisco con una imagen de la Virgen 
El Papa Francisco también incide en la faceta educadora de la Virgen y nos dice que "María como buena madre nos educa a ser, como Ella, capaces de tomar decisiones definitivas, con aquella libertad plena con la que respondía "si" al plan de Dios para su vida"[11]Este florecimiento de la pastoral y pedagogía marianas en la Iglesia de hoy parece responder a una iniciativa del Espíritu Santo, que quiere colocar a la Santísima Virgen más y más en primer plano[12]. El Papa Juan Pablo II dijo que, después del Concilio Vaticano II (1959-1965), el culto mariano parecía destinado a desarrollarse en armonía con la profundización del misterio de la Iglesia y en diálogo con las culturas contemporáneas, para arraigarse cada vez más en la fe y en la vida del pueblo de Dios peregrino en la tierra[13].
    A ese desarrollo armónico del culto mariano con el misterio de la Iglesia y con la cultura contemporánea he querido contribuir destacando esa faceta educadora de la Virgen, a la que vengo haciendo referencia, pues si bien he recogido palabras del concilio Vaticano y de los papas sobre ella, ahora quiero destacar el pensamiento de un profeta del siglo XX el padre José Kentenich, que se adelantó en muchas décadas a presentarnos a María como madre y educadora.

3. El Padre José Kentenich, adelantado de su tiempo.

P. J. Kentenich joven
     En octubre de 1912 el padre Kentenich, Fundador de Schoenstatt, decía que “Bajo la protección de María queremos educarnos a nosotros mismo”, y en octubre de 1914, consciente que sólo con la autoeducación no se podía avanzar mucho, sino que había que incorporar a la Virgen “más fuertemente como educadora en la Familia”, le pide la María: “Tú tienes que tomar nuestra educación en tu mano”[14]. Este revelar a la Santísima Virgen como nuestra Educadora es uno de los aportes más claros que padre Kentenich regala a la Iglesia. La Virgen es nuestra Madre en la fe, y si ella es verdadera Madre su tarea consiste en educarnos para que Cristo nazca en nosotros y tome forma en nosotros. Nuestra tarea consiste en hacer crecer el amor a la Virgen María, no solamente por el amor natural de madre, sino hacer comprender que “ser madre” es ser colaboradora permanente de Cristo[15].

P. José Kentenich, 
fundador de Schoenstatt
     Siguiendo al padre N. Schwizer, podemos afirmar que el Padre José Kentenich, estaba profundamente convencido que nuestro siglo y los tiempos futuros pertenecerían a María. Ya en el año 1951 expresaba, de forma concisa que lo mariano constituye un poder gestador del futuro, que la Iglesia en las nuevas playas va a ser tan marcadamente mariana, como en aquellas fechas no podían imaginarlo. Tras el Concilio Vaticano II y el mensaje mariano de Juan Pablo II, aquellas palabras ya no parecen exageradas, y la Iglesia en el futuro va a estar hondamente marcada por la presencia y acción de María. Desde el inicio de su labor pastoral, el Padre Kentenich se situó en esa perspectiva que ha señalado, con tanta claridad, el Espíritu Santo a través de los papas. Su convicción de la actualidad de María en nuestro tiempo, es el resultado de su experiencia personal, porque desde su infancia experimentó, paso a paso, el amor y el cuidado maternales de María y a ella se entregó filialmente en sus manos de educadora. Descubrió en ella el ideal de la personalidad cristiana capaz de responder a la problemática del hombre moderno. Por eso, invitó a los suyos a sellar con María una Alianza de amor. 


Madre Tres Veces
 Admirable de Schoenstatt
     El movimiento apostólico de Schoenstatt nace del amor a María, crece y se fortalece en la medida en que se arraiga profundamente en ese amor, y se sabe portador de un carisma y una misión Mariana para el tiempo futuro. Su gran misión es hacer nacer a Cristo en nuestros corazones y preparar el advenimiento de su reino. La Virgen María es la gran educadora de los cristianos, conducirá la Iglesia hacia su renovación, para hacerla alma de una nueva cultura[16].




[1] Daniela Ramírez Aguilar. ¿Puede la Virgen María ayudarnos a educar a nuestros hijos en la fe? Trabajo para el curso de mariología 2010. Instituto Padre Kentenich, San José de Costa Rica.  P.1.  http://ebookbrowse.com/4-ramirez-aguilar-daniela-puede-la-virgen-mara-ayudarnos-a-educar-a-nuestros-hijos-en-la-fe-pdf-d166787767
[2] Pablo VI Exhortación apostólica Marialis cultus para la recta ordenación desarrollo del culto a la santísima Virgen María, núms. 27 y 28 (2 febrero 1974).
[3] Pablo VI Exhortación apostólica Marialis cultus para la recta ordenación desarrollo del culto a la santísima Virgen María, núm. 28 (2 febrero 1974).
[4] Véase Juan Pablo II, Carta encíclica Redemptoris Mater sobre la bienaventurada Virgen María en la vida de la Iglesia peregrina (25 III 1987), núms. 18 y 28
[5] Juan Pablo II, Catequesis sobre la Virgen María, Madre de Jesús, en  L’Osservatores Romano, edición semanal en lengua española del 16-IX-1995.
[6] Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución dogmática sobre la Iglesia Lumen gentium, 60
[7] Cf. Juan Pablo II Primer Radiomensaje Urbi et orbi (17 octubre 1978): AAS 70 (1978), 927
[8]  San Luis María G. de Monfort, “Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen 120, en Obras, Madrid 1954, p.505s. “Como quiera que toda nuestra perfección consiste en el ser conformes, unidos y consagrados a Jesucristo, la más perfecta de la devociones es, sin duda alguna, la que nos conforma, nos une y nos consagra lo más perfectamente posible a Jesucristo. Ahora bien, siendo María, de todas las criaturas, la más conforme a Jesucristo, se sigue que, de todas las devociones, la que más consagra y conforma un alma a Jesucristo es la devoción a María, su Santísima Madre, y que cuanto más consagrada esté un alma a la Santísima Virgen, tanto más lo estará a Jesucristo”.
[9] Juan Pablo II, Carta apostólica Rosarium Virginis Mariae (16 X 2002) núm 15.
[10] Juan Pablo II, Catequesis sobre María, educadora del Hijo de Dios, en  L’Osservatores Romano, edición semanal en lengua española del 16-XII-1996.
[11] Editorial "Lo que es la Virgen María, según el Papa Francisco,  en quince rasgos, a la luz de su alocución en la basílica de Santamaría la Mayor de Roma ante la Salus Populi Romani, el sábado 4 de mayo de2013. REvista Ecclesia. Blog del Director. http://www.revistaecclesia.com/lo-que-es-la-virgen-maria-segun-el-papa-francisco-en-quince-rasgos/ (consultada 2 julio 2013)
[12]  P. Nicolás Schwizer. La hora de María,  en Homilías del Padre Nicolás Schwizer, Instituto de los Padres de Schoenstatt.http://es.catholic.net/escritoresactuales/854/184/articulo.php?id=42189
[13] Juan pablo II. Culto y devoción a la Virgen María Catequesis de Juan Pablo II (15-X-97) L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, del 14-XI-97] http://www.franciscanos.org/jpabloII/jpiicultovirgen.html
[14] Rafael Fernández de A. La imagen de María según el padre Jose Kentenich, Argentina 2010, p. 52.
[15] Daniela Ramírez Aguilar. ¿Puede la Virgen María ayudarnos a educar… p.2-3
[16] P. Nicolás Schwizer. La hora de María  .

martes, 22 de octubre de 2013

TIEMPO DE GOZO. LOS MISTERIOS GOZOSO DEL ROSARIO DE MANO DE JUAN PABLO II Y DE PADRE J. KENTENICH

      El Rosario, nos decía el Papa Juan Pablo II nos ponen en comunión vital con Jesús a través del Corazón de su Madre. El primer ciclo del Rosario es el de los «misterios gozosos», caracterizados por el gozo y el regocijo de los acontecimientos de la vida de Cristo que allí se contemplan, aunque anticipa indicios del drama de la pasión. María, en los misterios “gozosos, nos enseña a comprender el secreto de la alegría cristiana, porque nos ayuda a profundizar  en su sentido mas hondo. Si nos fijamos en el misterio de la Encarnación y el sombrío preanuncio del misterio del dolor salvífico, vamos aprendiendo que el contenido del cristianismo es la “buena noticia” de Jesucristo, la Palabra de Dios hecha carne, único Salvador del mundo. Es en estos misterios gozosos en los que mayor presencia tiene la Virgen María.

La Anunciación, 
mosaico en San Salvador in Chora, Estambul
     El primer gozo que podemos contemplar es el de la Encarnación, y en él lo primero que aprendemos de María es la pronta respuesta a la voluntad de Dios. La alegría se transparenta en el anuncio del ángel Gabriel: “Alégrate María”, porque Jesucristo, Palabra e Hijo de Dios se va a hacer hombre para acercarse a todos nosotros, para revelarnos el proyecto de amor del Padre; porque Jesús nos trae la salvación. Y María, nos dice padre Kentenich, sin vacilación le da su “Sí” para poder llevar a Cristo en su seno, tal como el Padre lo quiere, María se convierte en la servidora que prepara en silencio la ofrenda del sacrificio. Con su Fiat aprendemos a adentrarnos profundamente en la misión y a hacernos servidores del Redentor.
       

La Visitación, de Pietro di
Francesco degli Orioli, s. XV
En el segundo misterio vemos como María, tras el anuncio del ángel, se puso en camino y fue a prisa a visitar a su prima Isabel. Esta escena está llena de regocijo pues al entrar en casa de Zacarías la voz de María y la presencia de Cristo en su seno hicieron que Isabel se llenase de júbilo y de Espíritu Santo, y que Juan, la criatura en el vientre de Isabel, saltase de alegría. En la contemplación de la visitación vemos a la Virgen María apresurarse a acudir donde Isabel y servirla, también nosotros nos disponemos con “callada servicialidad a regalar a la redención nuestras fuerzas y nuestro tiempo”.

La Adoración de los pastores, B. E. Murillo,
 ca 1567, Museo del Prado
     Juan Pablo II nos lleva a ver la escena del nacimiento del divino Niño en Belén repleta de gozo. La llegada del Salvador del mundo es cantada por los ángeles y anunciada a los pastores como «una gran alegría» Allí, en el pobre y pequeño establo de Belén, María da a luz al Señor del mundo, lo muestra a pastores y reyes inclinándose ante él, adorándolo y sirviéndolo. Así nos enseña a ser humildes y llevar a Cristo a la profundidad del corazón humano.

     Con los misterios, primero, de la presentación de Jesús, y luego de la pérdida y hallazgo del Niño en el templo, aun manteniendo el sabor de la alegría se anticipan indicios del drama, señala el Papa Wojtila. La presentación en el templo expresa la dicha de la consagración y extasía al viejo S
La Presentación de Jesús en el Templo.
 Luis de Morales, 1560-1568. Museo del Prado

imeón, porque sus ojos han visto la salvación, pero contiene también la profecía de que el Niño será «señal de contradicción» para Israel y que una espada traspasará el alma de la Madre. Aquí, en el templo, vemos a María, que concibió al Hijo por obra del Espíritu Santo como ahora lo devuelve al Padre regalándolo sin reservas. Ella, señala padre Kentenich nos enseña a entregar por los hombres aquello que más amamos.

Cristo en el Templo. Heinrich Hofmann 1884 
          Igual de gozoso y dramático es también el episodio de Jesús en el templo a los 12 años. Jesús aparece escuchando y preguntando entre los doctores, pero también va a mostrar su misterio de Hijo y su sabiduría divina enseñando su dedicación a las cosas del Padre. En esta revelación de su misterio de Hijo anuncia la radicalidad de las exigencias del Reino por encima de los lazos del afecto humano. José y María, sobresaltados y angustiados, le habían preguntado, como hacen los padres ante algo que les sorprende de un hijo: “¿Por qué nos ha hecho esto?”, pero ellos “no comprendieron” su respuesta.
   
      Jesús tenía conciencia de que “nadie conoce bien al Hijo si no el Padre”, pero María vivía el misterio de la filiación divina de Jesús sólo por medio de la fe, ella también vivió su itinerario de fe. Con María aprendemos a avanzar cada uno en su propio itinerario de fe, a vivir ocultos con Cristo en Dios por medio de la fe. En este misterio, nos orienta padre Kentenich, podemos ver  como el Señor permite que María sufra en Jerusalén para preparar su corazón a más grandes sacrificios, para que un día pueda estar al pie de la cruz. De este modo nosotros también aprendemos, con María, a permanecer tranquilos cuando Dios quiere formarnos como instrumentos para la redención del mundo.


Detalle de La Adoración de los pastores,
B.E. Murillo, ca 1567, Museo del Prado
     Los misterios gozosos si se rezan y meditan debidamente, al contemplar 
Niña trabajando en
 una extracción minera

el misterio del Niño nacido en Belén, se convierte en una oración de paz al acoger, defender y promover vida haciéndose cargo del sufrimiento de los niños en todo el mundo. Esto es así porque el Rosario favorece el encuentro con Cristo y muestra su rostro en los hermanos, sobre todo en los que más sufren[1]


 


[1] Este artículo ha sido elaborado partiendo de la Carta apostólica Rosarium Virginis Mariae del Sumo Pontífice Juan Pablo II al episcopado, al clero y a los fieles sobre el Santo Rosario, 16 de octubre 2002, 2, 20 y 40. Y el libro del padre José Kentenich, Hacia el Padre. Oraciones para el uso de la familia de Schoenstatt, Nueva Patris, Chile, 2009, 113-115