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martes, 23 de julio de 2013

Lo que María nos enseña desde la Lumen Fidei

“Los que en buena tierra” son aquellos
  que conservan la palabra en el corazón

María, en la encíclica Lumen Fidei[1], nos enseña fundamentalmente a ser como ella: buena tierra para que la Palabra de Dios fructifique a través nuestro, y a estar totalmente implicados en la confesión de fe, que proclamamos en el Credo.


“Salió un sembrador a sembrar
 su simiente...” (Lc 8,5
La encíclica, en el capítulo dedicado a María, nos habla de la parábola del sembrador del evangelio de Lucas, cuando Jesús dice que la semilla que cae en tierra buena da abundante fruto, y explica que la buena tierra son aquellas personas que después de haber oído la palabra, la conservan en un corazón bueno y recto, noble y generoso y, con paciencia, llegan a dar fruto. La encíclica añade que ese corazón que se describe como bueno y recto y que escucha y guarda la palabra, es un retrato implícito de la fe de la Virgen María, porque ella conservaba en su corazón todo lo que escuchaba y veía de modo que la palabra diese fruto en su vida.

Cuando la Palabra de Dios se dirige a María, ella la acogió con todo su ser para que se encarnase en ella y naciese como luz para los hombres. Y junto con la Palabra,
“La simiente es la palabra de Dios” (Lc  8, 11)

dice san Justino que concibió fe y alegría, lo que significa que cuando nuestra vida espiritual da fruto somos personas más alegres, somos capaces de transmitir alegría porque la alegría es el signo más evidente de la grandeza de la fe. Alegría que sólo puede brotar de un corazón creyente, puntualiza el obispo de Córdoba don Demetrio Fernández [2].

Feliz la que ha creído que se cumplirían
las cosas que  le fueron dichas 
por parte del Señor” (Lc 1,45)
( Madonna, de Pompeo Bartoni)
María era una mujer judía que vivía la fe del Antiguo Testamento, pero siguiendo a su Hijo se deja transformar por él, hace con él su peregrinación en la fe, como señaló la Lumen Gentium. Por su unión con Cristo, María está asociada al núcleo central de lo que creemos y profesamos en la fe, porque confesamos que Jesús es el Hijo de Dios, nacido de una mujer, y que por el Espíritu Santo nos hace hijos adoptivos del Padre.

La Santísima Trinidad, El Greco
En la concepción virginal de María tenemos claro que es el Hijo de Dios, el Verbo eterno, engendrado en el tiempo sin concurso de varón, y que nos trae la plenitud del amor de Dios. María le ha dado al Hijo de Dios una historia humana, una carne que morirá en la cruz y resucitará de los muertos. María acompaña a su hijo hasta la cruz, y allí su maternidad se extiende a todos los discípulos del Hijo. Después de la resurrección y de la ascensión de Jesús, María se encuentra en el Cenáculo con los apóstoles e implora el don del Espíritu Santo. De este modo vemos como el movimiento de amor trinitario entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo recorre nuestra historia.

 Benedicto XVI completaba con esta encíclica 
su trilogía sobre las virtudes teologales,
 al no terminarla se la pasó al papa Francisco
 que la asumió e hizo suya
Esta preciosa encíclica escrita “a cuatro manos”, como el propio papa Francisco dijo,  nos permite profundizar en la virtud teologal de la fe, y nos fortalece los principales cimientos de la vida, como señala don  Demetrio Fernández,  porque la  fe nos sostiene en el dolor, abre las puertas a un horizonte de eternidad, nos hace salir al encuentro del  que sufre para alentarle con nuestra caridad, y en esa actitud creyente María es el modelo de fe[3].



[1] Francisco, Carta encíclica Lumen Fide, 20 junio 2013,núms 58,59,60
[2] Demetrio Fernández, Obispo de Córdoba, “Lumen fidei” una encíclica a cuatro manos”, en Iglesia en Córdoba, 382 (14 julio 2013), 3
[3]. Ibíd

viernes, 19 de julio de 2013

María es maestra en la contemplación del rostro de Cristo.

Jesús de Khalke
 (Mosaico de San Salvador in Chora)
    Ir a la escuela de María es querer conocer y comprender a Cristo desde María. Así nos lo dice el papa Juan Pablo II en la carta apostólica Rosarium Virginis Mariae. Cristo es el Maestro por excelencia, el que nos revela a Dios y el que es la misma revelación, y en el ámbito divino es el Espíritu Santo el Maestro interior que nos lleva a la plena verdad de Cristo, pero como se trata no solo de comprender lo que él ha enseñado sino también de “comprenderle” a él, no hay entre las criaturas maestra más experta que María, porque ella conoce a Cristo y puede ayudarnos a ir profundizando en el conocimiento de Cristo[1]. María es Maestra en la contemplación del rostro de Cristo[2].

  Si fuéramos capaces de contemplar el rostro de Cristo, siguiendo a María, y descubrir en él, como dice el salmo 44 que es “el más bello de los hombres, en tus labios se derrama la gracia”, no sólo seríamos capaces de escribir como el salmista poemas bellos con ágil pluma de escribano, sino ser testigos que el amor de los amores nos ha seducido y ya sólo podríamos vivir desde él, entonces seríamos creíbles, porque lo doctrinal puede ser debatido, lo cultural cuestionado, pero de la experiencia vital del amor nadie duda.

Las Bodas de Caná. 
(Mosaico, San Salvador in Chora)
En el inicio de la vida publica de Jesús, cuando él realiza el primero de los “Signos” en las bodas de Caná, ya aparece como maestra al decirle a los criados que hagan lo que Jesús les indique, como nos narra el evangelio de Juan[3]. Y tras la Ascensión de Jesús, María se queda con los discípulos, podemos imaginar que también desempeño ese magisterio en ellos. Podemos mirar lo que fue la vida de Jesús desde los ojos de María, cada etapa de su vida desde la anunciación del ángel esta condensada en los misterios del rosario, por eso  “Recorrer con María las escenas del Rosario es como ir a la 'escuela' de María para leer a Cristo, para penetrar sus secretos, para entender su mensaje”. Y nos recuerda el papa Wojtila que esa escuela de María es mucho más eficaz si pensamos que su magisterio lo ejerce consiguiéndonos muchos dones del Espíritu Santo, a la vez que nos propone un buen camino de aprendizaje en el que es maestra incomparable, el de la “peregrinación de la fe” [4], que es el mismo que ella siguió.

María y el Niño, (Mosaico de San Salvador in Chora)

 María, a lo largo de los años que Jesús estuvo predicando, acogía todas las palabras de su hijo, incluso aquellas que pueden parecer duras, como puede apreciarse en una lectura superficial de Marcos y Lucas, para Jesús su Madre y sus hermanos eran los bienaventurados que oían y observaban la palabra de Dios fielmente[6]. La Virgen, como nos señala la Lumen Gentium, avanzó en la peregrinación de la fe y se mantuvo fiel a la unión con su hijo hasta la cruz, sufrió profundamente con su hijo en la cruz y finalmente, fue dada como Madre al discípulo por el mismo Cristo Jesús moribundo en la cruz, con estas palabras: ¡Mujer, he ahí a tu Hijo![7].

Papa Francisco
     En su escuela María nos ayuda a seguir a Jesús, ella, como nos recuerda el papa Francisco es la mujer del “sí”, y nos ayuda a conocer cada vez mejor la voz de Jesús. María generó a Jesús en la carne y lo acompañó desde el nacimiento hasta el Calvario. Cada uno de nosotros estamos llamados a recibir, como María, la Palabra de Dios, a guardarla en nuestro corazón y luego llevarla a todos[8].

     Al conocer mejor la voz de Jesús, María nos ayuda a responder siempre con un rotundo “sí”, como ella. De este modo nos vamos configurando, a veces imperceptiblemente para nosotros mismos, con Jesús y, como él lo hizo, como ella lo hizo, con la voluntad del Padre.





[1] Juan Pablo II, Carta apostólica Rosarium Virginis Mariae (16 X 2002) 14
[2] Juan Pablo II, Juan Pablo II, Ecclesia de Eucharistia (17 04 2003) 53.
[3] cf. Jn 2, 5
[4] Juan Pablo II, Carta apostólica Rosarium Virginis Mariae (16 X 2002) 14
[5]Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución dogmática sobre la Iglesia Lumen gentium, (1964 XI 21) 58.
[6] Cfr. Lc. 2, 19.51. Mc. 3 35; Lc. 11, 27-28
[7] Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución dogmática sobre la Iglesia Lumen gentium, (1964 XI 21) 58.
[8] Véase Francisco. cuenta@pontifex 22 abril 2013 e introducción al rezo del Regina Coeli, 28 abril 2013.